POMPEY0 Y EL ARS MORIS

Américo Martín

Aprende a morir y aprenderás a vivir
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Han sido duramente afectados por enfermedades de esas que ponen en juego la vida y la muerte, ¡pero cuán distinta la forma como han reaccionado! Vidas paralelas en ese sentido, las de Pompeyo Márquez y Hugo Chávez. Es mucho lo que separa a estos dos personajes en lo político, lo moral y lo humano, en cierto modo simbolizado en la conducta que ambos asumieron frente al acoso de sus males.
Admitimos que Pompeyo se ha recuperado porque, ilustrados por informes médicos, seguimos paso a paso el curso de su enfermedad, de manera que conocimos sus pormenores tanto como el paciente. Por el contrario, el presidente Chávez se ha resistido a hablar con la misma claridad sobre el tipo de cáncer que lo afecta. Cometió el error de ser, él mismo, el vocero oficial de su evolución o involución. En la casa del silencio donde se encuentran, a los militantes del partido se les tiene prohibido hablar de la enfermedad, como prohibido es que hablen de candidaturas.
¡Insigne paradoja ésta! De un lado se habla poco y sin escándalos pero se sabe todo. Del otro se abruma diariamente los tímpanos de los venezolanos y del mundo, pero no se sabe nada.
En relación con el recio y auténtico Pompeyo no corrió rumor alguno; con Chávez, en cambio, los rumores invaden por completo, enferman el ambiente y nos colocan en el infierno de las conjeturas. ¿A quién perjudica eso? Respuesta obvia: al mismo que ha puesto a todo el mundo a opinar sabiamente sobre el tema. Natural es que en el mar huracanado de las versiones las disputas en las entrañas del gobierno se intensifiquen, aparezcan zancadillas sucesorales y reine el silencio más elocuente. Más natural aún es que por las limitaciones impuestas a la acción y frente al avance de los rivales, hayan brotado volcánicas agresiones contra Capriles, la alternativa democrática y el dolor de cabeza de las Primarias, que le arrebataron el sueño al presidente. Emulando a los antiguos asirios, pretenden paralizar al enemigo plantando en los caminos figuras amenazantes y grotescas. Pero el otro, ¡Señor!, no les para.
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Son abundantes las personas públicas que padecen o han padecido de cáncer u otras enfermedades intimidantes. Algunas han muerto, pero son cada vez más los casos de recuperación total o parcial. Hombres muy notables como mi fraternal Héctor Pérez Marcano han controlado el mal, que ni les perturba la existencia ni les impide escribir, pensar y actuar políticamente. Y así muchos, pero mi admirado amigo Pompeyo Márquez es ejemplar. Cumplirá en estos días 90 años y por un momento se pudo creer que había sido fulminado por la concurrencia de varias afecciones graves. Seguramente esperaba el final con calma. Como el emperador Adriano de Yourcenar veía quizá dibujarse en la bruma el perfil de su muerte.
Pompeyo no hizo una fiesta de sus males. A sus admiradores, sus amigos, a los que conocen la reciedumbre que ha mostrado siempre nunca se les hubiera ocurrido organizar misas en vida para rogar por su salud, ni pedir el encendido de la Cruz del Ávila, ni ñapas vitales al Nazareno, ni salir en procesión plañidera buscando culpables contra quienes descargar su ira. El propio Chávez soltó aquel solemne exabrupto de incriminar a la tecnología imperial por el cáncer de presidentes latinoamericanos. Felizmente no se dio nadie por aludida y para fortuna del hiperbólico personaje el asunto pasó al olvido.
Mucho se ha hablado de la Misión Lástima. El presidente le ha sacado partido a sus quebrantos para mejorar la vestidura externa de su puntaje electoral “Mejorarlo” no como consecuencia de las transformaciones revolucionarias de las que se jacta, ni de su profundidad teórica, nada de eso. Lo que sus asesores hacen es usufructuar el menoscabo físico para pregonar, con lágrimas en los ojos, amor por el pueblo. Felix B Caignet hubiera muerto de envidia.
En ese juego turbio, ciertos dirigentes agreden con saña y miedo a la oposición como si hubiera causado el mal. La turbidez de sus intenciones se descubre en las zalemas que abruman al líder. Es la pugna de los posicionamientos sucesorales.
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Pompeyo labró su liderazgo con perseverancia y dedicación al estudio de Venezuela. No incurre en el vicio de los dogmáticos que leen sólo para pescar palabras fuera de contexto que refuercen sus prejuicios. Pompeyo investiga para aprender, cultiva la duda metódica, no violenta conclusiones para justificar lo que ya tenía en la cabeza. Se coloca en el polo opuesto al del presidente, cuyo alimento ideológico es de un simplismo aterrador, plagado de conceptos mohosos de arcaica resonancia izquierdista. Los intelectuales desinteresados, que son con mucho la mayoría, se acercan a Pompeyo para aprender y enseñar. Los intelectuales interesados, con mucho la minoría, se acercan a Chávez para decirle lo que aquel espera escuchar
La amplitud de Pompeyo es de sangre. Siendo uno de los dirigentes más buscados por la dictadura de Pérez Jiménez, condujo a su partido a la unidad en un Pleno clandestino celebrado en 1955. Años después -todavía no había roto con el PCV- preso en el Cuartel San Carlos encabezó el viraje hacia la paz democrática junto con Teodoro Petkoff y Guillermo García Ponce
Se separó del PCV y del MAS, pero no de su vieja convicción unitaria. Por eso ha ayudado a la construcción de la alternativa democrática cuyo norte es la derrota por la vía electoral del desquiciado gobierno actual
A un personaje tan digno como Pompeyo, como el Santos Yorme de la clandestinidad, el afectuoso padre de varias generaciones, le caben estas afortunadas palabras de J.P Sartre: “hemos cambiado dentro de una permanencia”

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