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Lunes 08 de Abril de 2013
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TalCual


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CULTURA PARA ARMAR

La masacre cultural del chavismo



Fernando Rodríguez



i algo tendremos que lamentar de estos siniestros lustros de "socialismo", populismo militarista e ignorante, es la sistemática demolición de una cultura moderna, emergente en el país en las últimas décadas. Mucho nos costará reponerla.

Para empezar la saña destructiva, muy eficiente,
 con la que se ha tratado a las universidades, las de verdad, y a la investigación científica. . A las primeras se las ha ahogado económicamente hasta el punto de que sus profesores han desertado en masa debido a los escandalosamente paupérrimos sueldos (una empleada doméstica gana más que un joven profesor, con todo y maestría, es decir, con ocho años de formación académica), con el deterioro de sus servicios socialesy sus necesarios instrumentos auxiliares o sus posibilidades de investigación, para no hablar de la violencia sistemática de sus bandas armadas contra sus instalaciones y sus moradores.

El cienciólogo Jaime Requena ha mostrado
 en las páginas de este diario, cifras en mano, cómo un movimiento científico que a finales del siglo pasado sobresalía en el subcontinente es hoy un parapeto lleno de falaces estadísticas y de los más decrecientes y lamentables resultados.

Todo lo cual tiene mucho que ver con el éxodo
 de decenas de miles (¿o centenares de miles?) de jóvenes, entre los más preparados y competitivos, que se han visto en la necesidad de buscar otros ámbitos para su quehacer, ayunos de esperanza de encontrar un futuro en un país cuyo régimen detesta el mérito y la libertad de creación.

Ambas cosas que constituyen mundialmente hoy
 el acervo más preciado de un país para sobrevivir en el competitivo y globalizado mundo del conocimiento no sólo atentan contra la muy humana dignidad del saber sino que tienen efectos devastadores en nuestras posibilidades muy concretas de desarrollo. En lo que se refiere a las humanidades y las bellas artes los resultados son igualmente nefastos. Se ha politizado de la manera más burda el aparato cultural estatal, ciertamente determinante en el país petrolero, para convertirlo en un vulgar instrumento propagandístico, excluyente y que vehicula el más provinciano y chato bagazo cultural. Las instituciones son mausoleos vacíos y sombríos en manos de los más ineptos compañeros de ruta.

Lo que se promociona es basura esté
tica o conceptual, falto el régimen de un mínimo sustrato ideológico coherente. Aquí reina el endogenismo de la alpargata y el culto a un tal árbol de raíces estrambóticas y adulteradas. Tan sólo la emergencia necesaria de una cultura privada alternativa ha podido, con todos sus límites, evitar la entronización de la anticultura como única opción creadora.No es posible dejar de señalar que nuestra escuela cultural de masas, la televisión, desde hacemucho cloacal, no ha hecho sino empeorar sumando a su eterna mediocridad mercantil una aberrante y alienantepolitización estatal, el más primitivo mecanismo de demagogia y de agresión sistemática al argumento y al adversario.

Este estado de cosas, que atañe a la esencia misma de
 la nacionalidad, debería ser una de las grandes consignas para redefinir el país en las próximas elecciones. Ojalá se convierta en una conciencia, al menos intuitiva, de una muy dolorosa degradación del espíritu venezolano.

 


 

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