Antonio Vale

Estoy convencido: hay muertos que no mueren porque hay algunos vivos que no los dejan morir. Está como ejemplo el libro de Eduardo Galeano Las venas abiertas de Amériva Latina, una vieja reliquia que el propio escritor uruguayo, un poco antes de morir, decidió echarla literalmente a la basura. Pero todavía hay quien insiste en que el famoso texto es lo mejor para orientarse en los caminos turbulentos de América Latina. Para ellos y sus inocentes víctimas es el refrito que publicamos hoy:

SE CERRARON LAS VENAS ABIERTAS


UNO DE LOS LIBROS MAS VENDIDOS ENTRE LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA

AUTOR: EDUARDO GALEANO
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     Fin de mundo, se cerraron las venas abiertas de América Latina. Su propio autor las envió con una gran naturalidad al cesto de la basura. No es cualquier cosa lo que ha ocurrido. Desde 1971, al influjo de las dictaduras y las guerrillas latinoamericanas, el panfleto político más exitoso del Continente ha sobrevivido como un catecismo laico: anda y desanda de mano en mano (de sobaco en sobaco ironizan algunos de sus críticos) como si se tratara de las verdades últimas de la Historia. No en vano algunos autores lo han caracterizado como la Biblia Latinoamericana. Un portento, pues, tenido como reflejo fiel de nuestro pasado continental, abrumado por esa prosa juvenil que empalaga y que a menudo nos convence prematuramente, pero que después, ya entrados los años y las lecturas menos convencionales, descubrimos que se trata de una verdadera estafa. Que nuestros males recaen sobre la responsabilidad de los otros y no de nosotros mismos, siempre bajo el principio antiguo del yo no fui, es la singularísima propuesta del escritor uruguayo. Sí. Se trata de la vieja y recurrente "teoría de la dependencia" que tanto daño le ha hecho a buena parte de nuestros pensadores y políticos, aunque en este caso en pastillas, ofrecida a los más incautos destinatarios del lado de acá del charco: los jóvenes latinoamericanos. Los medios de difusión se han multiplicado con el tiempo y las huellas del libro alcanzan expresiones concomitantes: un nuevo prólogo de Isabel Allende a partir de 1997 o las numerosas alusiones a la obra que cristalizan en bandas de rock de las más diversas proveniencias, o el gesto de Hugo Chávez en la V Cumbre de las Américas, esa curiosa y civilizada forma de abordar a Obama sin insultarlo y que produjo de inmediato una alza descomunal en las ventas del libro. (Se lo regaló en un amistoso acto de diplomacia, como sabemos). Todos, sin excepción, sin querer queriendo, indignados por las exageraciones y las medias verdades del libro o simplemente enceguecidos por un romanticismo adolescente, hemos tenido que ver con la obra de Eduardo Galeano. En contra o a favor, poco interesa la inclinación si apelamos al éxito. Pero que quien más a favor haya estado se convierta después de tanto tiempo -y tanto daño- en un crítico tan implacable de su propia criatura, nos parece una gran inconsecuencia. Aclaremos. A nosotros nos complace que Eduardo Galeano rectifique y diga que los tiempos son otros, vaya si nos complace, pero que catalogue a Las Venas abiertas de América Latina (su libro bandera prologado por Isabel Allende, mencionado por numerosos músicos de rock y utilizado por Hugo Chávez para marcar distancia del Imperialismo norteamericano hace apenas un lustro) de obra "pesadísima" y que por añadidura "no sería capaz de volver a leer" sí que nos provoca ciertos espasmos. Asombro e hilaridad. Y conmiseración por sus seguidores, porque no hallarán otro panfleto tan famoso en el futuro -más de 70 ediciones y el puesto 6  en Amazon.com- para seguir cultivando el peor de los vicios conocidos: la genialidad del vacío. (FOTOSÍNTESIS le dedica la presente entrega a los estudiantes que recién ingresan a las universidades latinoamericanas al mismo tiempo que los conmina, dadas las opiniones más recientes del ´propio Eduardo Galeano sobre su obra Las venas abiertas de América Latina, a que por favor no la lean, en el entendido de que si su creador la considera tan poco provechosa en estos tiempos de cambios, pues usted, que no es ningún masoquista ni mucho menos estúpido, debería por lo menos evitar su contagio. ¡Descansa en paz, libro de mil argucias!).
Toño Vale

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