Venezuela, Justicia y Derechos Humanos 2020
Venezuela,
Justicia y Derechos Humanos, 2020
Leonardo Montilla
En noviembre de 1969 se celebró en San José de Costa Rica
la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos. En ella,
los delegados de los Estados miembros de la Organización de los Estados
Americanos, redactaron la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que
entró en vigor el 18 de julio de 1978. En el año 2017, veinticinco naciones americanas
ratificaron los acuerdos de tan significativo logro civilizatorio, la Convención
subía nuevamente como parte integral de la visión democrática de Estado en un
liderazgo que superaba en mayoría, a pesar de, los viejos y autocráticos
esquemas izquierdosos de gestión pública. Argentina, Barbados, Bolivia, Brasil,
Colombia, Costa Rica, Chile, Dominica, Ecuador, El Salvador, Granada,
Guatemala, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú,
República Dominicana, Suriname, Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela.
La Corte Interamericana tiene 37 años de funcionamiento,
en los cuales ha intentado acompañar los pueblos de América en la
transformación de sus realidades sociales, políticas e institucionales. A lo
largo de este camino, según informe 2017, ha resuelto más de 200 casos, dictado
más de 300 sentencias, emitido más de un cúmulo de opiniones consultivas, así
como brindado inmediata protección a personas, grupos y organizaciones de
ciudadanos a través de su función cautelar. En algunos casos, la presión de
gobiernos simpatizantes de chequeras como la venezolana, han torpedeado la
búsqueda de justicia en materia de derechos inherentes al ser. Una actuación,
que repito, Latinoamérica, aun con las profundas injusticias sociales que no
terminan de reducirse, busca dejar en el pasado.
La aplicación del derecho internacional público,
sustentado en el derecho consuetudinario hace que las labores de la Corte
Interamericana no terminen cuando una resolución, sentencia o una opinión
consultiva es emitida. La efectiva protección de los derechos humanos de las
personas adquiere una materialización real a través del diálogo dinámico con
instituciones nacionales sólidas, que son expresión del respeto a la
Constitución, particularmente las jurisdiccionales. Bajo esta dinámica, son los
propios operadores nacionales los que, a través del diálogo jurisprudencial y
un adecuado control de convencional, siempre en el marco de las
competencias establecidas, dotan de valor real a las decisiones de la Corte
Interamericana.
Es decir, si
existen características de un Estado Democrático, estas decisiones son
adoptadas en el marco de los desarrollos civiles y de aplicabilidad en derechos
que tenemos los ciudadanos, caso contrario el deterioro de una sociedad es
continuo y permanente.
En la actualidad se manifiesta cada vez más las
obligaciones convencionales de respetar y garantizar los derechos humanos,
conjuntamente con las autoridades internas. Las organizaciones internacionales
buscan los mecanismos de control sin que esto implique violación al precepto de
soberanía. De esa manera los gobiernos civilizados lo asumen adecuando su
legislación y aplicabilidad a estos avances del mundo civilizado.
El gobierno de Venezuela desde el año 2013, se conflictuó
con el sistema interamericano de Derechos Humanos. Con un accionar propio de
los regímenes dictatoriales, los derechos humanos en Venezuela solo son
asumidos por quienes dirigen el Estado, como parte de sus discursos populistas,
tal como corresponde a la izquierda fracasada en Latinoamérica, cuyo principal
mentor fue el fallecido Hugo Chávez. Los venezolanos hoy presenciamos las más
brutales contradicciones que ocurren en la relación Estado-ciudadano-derechos
humanos, al ver cómo la Constitución, norma de convivencia y cohabitación de la
República es violentada desde las más altas instancias del Poder Público
Nacional, conducido circunstancialmente con una evidente visión militarista y
antidemocrática. Hecho grave, es ver como ante el diario protestar y reclamo de
la ciudadanía por la falta de gasolina y gas, que no es solo la falta de estos
bienes que dificultan aún más los bajos niveles de vida que ya tenemos, implica
también, el evidente deterioro moral y ético, convertido en una escandalosa
corrupción que compromete a quienes están obligados a velar por el bien común. De
la misma manera la terrible realidad de nuestros médicos y los demás
trabajadores de la salud que desde la primera línea de lucha contra el virus
chino, lo hacen en las peores condiciones para su protección.
La situación de hambre, miseria y falta de oportunidades,
el conculcamiento de los derechos políticos y ciudadanos, la represión, la
judicialización como elemento generador de más violencia, el aislamiento a la
instrumentación de control y percepción internacional en derechos son muestras
del abandono de los derechos humanos en Venezuela por parte de la élite militar
cívica usurpadora.
2020, en medio de la endemia provocada por el Covid 19,
se presenta con una contundente destrucción del Estado constitucional, para dar
paso a un Estado de facto, el cual busca mantener la élite oficialista en la
usurpación del poder, mediante elecciones irritas e ilegales, convocadas por
quienes controlan legítimamente el gobierno. Un país que no es república, con
una profunda crisis humanitaria compleja, sin constitución, es una evidente
forma de desaparición de los derechos humanos. La sobrevivencia en el país es
el día a día de sus ciudadanos, la falta de profesionalismo en la atención de
la pandemia, ha hecho más drástica la concientización de que parte de esta
tragedia que padecemos es porque en el país no hay Derechos Humanos, El Estado
de Facto que dirige la usurpación en todos sus niveles, se encarga en cada
actuación de ir minimizándolos y casi desapareciéndolos. Un llamado de alerta
colectivo, las razones sobran.
@LeoMontilla
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