Colombia nos enseña.. José Virtuoso SJ


Colombia nos enseña

Francisco José Virtuoso SJ

Viernes, 26 de octubre de 2012

La sociedad civil y los partidos políticos reclaman más participación. La sociedad internacional se ha sumado al esfuerzo brindando su apoyo. Para Venezuela es una gran noticia, porque la paz o la guerra en Colombia nos afectan directamente, de manera especial en nuestras fronteras









   Foto: Google
El pasado jueves 18 de octubre se dio inicio  en Oslo al proceso de diálogo entre las FARC y el gobierno colombiano. Nadie duda que el tránsito entre la guerra a la paz será largo, tortuoso, difícil y complejo. Muchos intereses están en juego y pesa una larga historia de más de medio siglo de muerte y sufrimiento.
En la opinión pública hay muchas expectativas. La sociedad civil y los partidos políticos reclaman más participación. La sociedad internacional se ha sumado al esfuerzo brindando su apoyo. Para Venezuela es una gran noticia, porque la paz o la guerra en Colombia nos afectan directamente, de manera especial en nuestras fronteras.
Los acuerdos de diálogo cuentan con la voluntad política de los actores, una agenda de temas  una metodología previamente establecida y unas condiciones políticas que garantizan el encuentro entre los interlocutores. También hay lecciones aprendidas de otros procesos similares puestos en marcha en el pasado.
Es lamentable que las sociedades solo comprendan la necesidad del diálogo entre proyectos políticos diferentes  después de una larga y cruenta historia de guerra y víctimas. Que haya que sufrir tanto para llegar a  reconocer al adversario y concederle espacio en la interlocución y el debate. Así ha pasado no exclusivamente en Colombia, sino en Centroamérica, en Irlanda, Sudáfrica, etc., por solo nombrar algunos reconocidos casos.
En América Latina la polarización ha tomado cuerpo en muchos países, caracterizando la vida política en ellos. La exclusión política, social y económica de quienes se consideran contrarios al proyecto político dominante se ha convertido en una política de Estado. Lo que a su vez ha generado reacciones de defensa y aprehensión entre quienes se sienten agredidos, que sirven de esta manera de justificación para legitimar la política de exclusión por parte del Estado. Un círculo vicioso de acción y reacción que cada vez se va cerrando más, estrangulando la convivencia y exasperando el conflicto.
Me niego a creer que hace falta llegar a la guerra y dejarla correr hasta el sin-sentido para que demos pasos en firme hacia el reconocimiento de las diferencias a través de un proceso de diálogos y acuerdos. Es lamentable, como en el caso de Colombia, que después de más 50 años de conflicto armado, se vuelvan a plantear nuevamente los temas que estaban al inicio de la guerra civil, como por ejemplo la reforma agraria.
En Venezuela, hay división y exclusión política. Negarlo es tapar el sol con un dedo. Habría que pasar de los amagos de diálogo entre sectores diversos a una convocatoria real para debatir, acordar y construir juntos.

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