POLÍTICA
Miércoles 22 de Mayo de 2013
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TalCual


Política

EL INFORME SILVA



CASI UN PAÍS 


ELIZABETH ARAUJO



Mario Silva acaba de coronar el pináculo de una fama que, tal vez por culpa de su espíritu pendenciero y su carácter irascible, le era negada, inclusive entre sus mismos seguidores. Personajillo siniestro, que vertía su resentimiento político, en una rara mezcla de chismes, episodios policiales y odio social, se dice que el conductor de La Hojilla fungía, a través de su programa nocturno, de una suerte de intérprete que bajaba la agenda oculta del Comandante hacia ese sector que los encuestadores denominan el "lecho de roca" chavista, grupos de activistas violentos, fieles al proceso revolucionario, a quienes poco les importaban los defectos de los dirigentes o ministros del gobierno. Pero, como en toda historia de aventura, en algún momento se llega al final y, desaparecido Chávez, Silva queda en la orfandad, sin apoyos y sujeto a los atentados y conspiraciones que no se ha cansado de denunciar.

Entonces, se le ocurre expurgar todos sus demonios y es así como los venezolanos se enteran que el Mario Silva, asociado a la escatología política, es igualmente un agente del régimen castrista y que en su declaración de 50 minutos ante el funcionario superior del G2 cubano, es también la confesión de que de la revolución en la que creyó está acabada.

Pero no hay que confundirse. El acto de delación del agente secreto Silva ante el G2 cubano, no lo transforma en héroe sino que explica con mejor detalle el grado de descomposición en que se encuentra el proceso político bolivariano, ese que alguna vez muchos venezolanos respaldaron con su fe puesta en el voto. De la revolución chavista no queda ahora, según Mario Silva, sino unas bandas de mafiosos que, al estilo de los gansters de los años 30 en EEUU, dirimen sus conflictos a punta de pistolas y a través de ejecuciones. Con total impunidad, además, porque ni la policía ni la Fiscalía se atreven a investigar.

¿Cuál es la imagen de Venezuela y de su revolución bolivariana que proyectan las confesiones de Mario Silva? ¿Estarán en condiciones de responder ahora, con el mismo entusiasmo de hace apenas unos meses, Rafael Correa, el Pepe Mujica o Lula da Silva, por nombrar algunos de los jefes de Estado, que fueron capaces de poner en juego su prestigio para respaldar electoralmente a Nicolás Maduro? La historia de este desmoronamiento, narrada por nuestro agente bolivariano en La Habana, debería ser plasmada en un manual de orientación política. Digo, para los jóvenes estudiantes de Unefa y otras universidades socialistas, a las cuales les acaban de imponer este mes una asignatura sobre el Pensamiento Social de Hugo Chávez. Sería interesante que, al calor del debate, sobre los aportes de la revolución bonita, algún muchacho, movido más por la curiosidad que por la provocación, se levantara de su asiento para preguntar cómo ese "gigante" que alumbra los pasos de Nicolás Maduro, mantuvo una conexión espiritual con semejantes nefastos personajes, asesinos y corruptos, señalados en el informe Silva.

 


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